domingo, 27 de diciembre de 2015

El regalo de Dorila



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El regalo de Dorila
He recibido la visita de Dorila Echeto la más grande ceramista que existe entre los wayuu. Ha venido de su casa en la Guajira venezolana esta mujer sabia y sensible a hablarles a los niños indígenas de las posibilidades creativas de la cerámica, del carácter animado de este material y del respeto que nos merece. Nos ha dejado de regalo en esta navidad una muñeca de barro llamada wayunkeera que he puesto en el jardín. Ella me ha dicho que en el mismo momento en que creamos una figura esta empieza a ser una entidad dotada de espiritualidad, quizás, me atrevo a pensar, como el Adán del que nos habla la Biblia o el Golem al que se refiere Borges.
La forma que tiene Dorila de relacionarse con otros seres, que el pensamiento occidental considera inanimados, nos hace evocar el animismo. Los animistas son personas que reconocen que el mundo está lleno de personas, algunas de las cuales son humanas y otras no. Ellos consideran que la vida es siempre vivida en una compleja interrelación con otras formas vivientes y una buena persona es aquella que mantiene una relación respetuosa con otras personas en las que incluye a seres no humanos como plantas, animales, cerros, rocas, astros o vientos. Los pueblos indígenas de la Sierra Nevada, por ejemplo, no consideran a todas las piedras de los ríos como seres inanimados. Al cruzar el cauce de un rio ellos pueden hacer una lectura de la distribución de las piedras utilizando metáforas occidentales para hablar de algunas piedras capitanes, sargentos y cabos, según las jerarquías de estas en el agua y el grado de energía que les atribuyen. Los niños indígenas aprenden esto de sus mayores y lo ponen en práctica en su interrelación con el entorno. Luego cuando van a la escuela pierden las pruebas escolares cuando clasifican a las piedras entre los seres animados.
Las rocas son vistas usualmente como seres no sintientes. Cuando nos referimos a alguien insensible decimos que tiene el corazón tan duro como una roca. En este caso lo humano es contaminado y degradado por la roca que drena en el toda sensación y vitalidad, afirma Kellie Robinson en una estimulante disertación llamada Exemplary Rocks. En el medioevo se investía a algunas rocas de virtudes reconociéndoles capacidad de movimiento y acción. La magnetita era empleada para probar la fidelidad de las esposas. Se creía que las piedras de coral podrían hacer los campos más fértiles. Algunas eran clasificadas en masculinas y femeninas pues al ser unidas y friccionadas podían inflamarse y producir fuego. Esto servía de ejemplo para los clérigos y los monjes de los monasterios que debían evitar el contacto con las mujeres para no arder y caer en el pecado de la lujuria.
La conversación con Dorila y su singular regalo de navidad evoca la propuesta de Eduardo Kohn de emprender una antropología de la vida que reconozca que esta va más allá de lo biológico como convencionalmente se supone. Una vida que es más que cuerpos y que es cambiada también por las distintas formas en que los humanos vivimos
wilderguerra©©gmail.com

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