domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Se cierra la ventana del multiculturalismo?



Weildler Guerra Curvelo
Ha causado revuelo y opiniones apresuradas en algunos sectores del país el reciente fallo de la Corte Constitucional colombiana que definió un problema de linderos entre una base militar y el resguardo Barrancón del Pueblo Jiw situado en el departamento del Guaviare. Mediante el Auto 173 de 2012 se ordenó al Ministerio de Defensa devolver seis hectáreas de territorio indígena ocupadas sin realizar la necesaria consulta previa por la Escuela de Fuerzas Especiales e Infantería de Marina. En ningún momento la Corte dictaminó el desalojo del resto de las 250 hectáreas ocupadas por los miembros de las Fuerzas Armadas que no son propiedad colectiva de los indígenas. Su pronunciamiento se refirió específicamente a este resguardo y no a otros territorios indígenas en Colombia.
A pesar de lo previsible del fallo lo que sorprende es la reacción irreflexiva de algunos medios de comunicación y altos funcionarios ante este dictamen lo que evidencia el desconocimiento de los componentes más elementales del fuero indígena colombiano. Los resguardos tienen la condición de inalienables y en consecuencia las seis hectáreas irregularmente ocupadas no pueden ni cederse ni venderse a las Fuerzas Armadas como lo propuso una ilustre figura nacional. Pero ¿qué hay detrás de toda estas posturas hostiles a la aplicación de los derechos indígenas cada vez más frecuentes en los medios como entre los altos dignatarios del país?
Durante los dos siglos anteriores las elites criollas latinoamericanas pretendieron la asimilación e integración de los pueblos indígenas dentro de un estado nacional culturalmente homogéneo. En esta concepción un grupo nacional dominante consideraba el Estado como su propiedad exclusiva y lo utilizaba para promover  su cultura, su literatura, sus mitos, su identidad, su historia y su lengua como expresión única de la nacionalidad. Con la adopción de los principios del multiculturalismo liberal reflejados en la constitución de 1991 los miembros de otras agrupaciones humanas como los indígenas fueron considerados sujetos diferentes y diversos, dotados de singularidad propia, cuyos intereses eran dignos de tutela constitucional y amparables bajo la forma de derechos fundamentales. El reconocimiento de esa diversidad se entendió como la aceptación de formas distintas de vida social que implicaban sistemas de comprensión del mundo diferentes a los de la cultura occidental. A la vez ello no debería quedar limitado a un mero reconocimiento simbólico sino que debe ir acompañado de una redistribución material de poder y de recursos.
Todo ello parece estar retrocediendo en nuestro país en donde imperan nuevas formas de nacionalismo banal, oficial y mediático que no aceptan la existencia de otras formas de colombianidad. Durante los recientes sucesos del Cauca algunos medios nacionales presentaron los términos “indígena” y “colombiano” como si fuesen perfectos antónimos. Algunos protagonistas de nuestra vida pública con poder decisorio no ocultan su aversión al reconocimiento de todas las formas de autogobierno consagradas en la carta.    
En su libro Odiseas multiculturales Will Kymlicka cree que la ventana del multiculturalismo en algunas regiones del mundo ha empezado a  cerrarse cuando apenas comenzaba a abrirse. Lo grave de la situación, cree el pensador canadiense, es que hemos quedado ante un proceso imperfecto e inestable sometido a una gran presión desde diferentes sectores económicos y políticos que buscan la eliminación de estas importantes conquistas o su retroceso. De ser así las nuevas generaciones perderán la posibilidad de vivir en un futuro pluriverso y se verán reducidos a un estancado,  discriminatorio y empobrecedor universo.
 
 wilderguerra@gmail.com
  
 

 

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