domingo, 3 de junio de 2012

Las comunidades indigenas y el maltrato infantil


Weildler Guerra Curvelo



Algunos  medios de comunicación del país parecen haber descubierto un prometedor filón de noticias morbosas estableciendo una asociación elemental entre abuso infantil y pertenencia étnica.  Dentro de este singular estado de exacerbación mediática el abuso sexual infantil parecería constituir una especie de enfermedad contagiosa que se incuba de manera impune y natural en las minorías y que podría transmitirse hacia las mayorías nacionales si no se toman drásticas medidas para evitarlo.

El tema del abuso infantil merece abordarse desde una perspectiva interdisciplinaria reflexiva e integral pues hay muchas falacias preconcebidas y los hechos observados por organizaciones como Save the Children en distintas sociedades van en otra dirección. El abuso sexual de menores cae dentro del campo más amplio del maltrato infantil que a su vez viene determinado por la interacción de múltiples factores. No hay evidencias estadísticas de que hoy en día haya más abusos sexuales infantiles que en el pasado pero es notorio que los medios de detección de estos a nivel profesional e institucional han aumentado, la sociedad es ahora menos tolerante con los abusos y trata el tema de manera más abierta.

Las relaciones incestuosas no solo ocurren en familias desestructuradas con un bajo nivel educativo sino que se dan en todos los estratos sociales. Se estima que al menos un veinte por ciento de las personas han sufrido abusos sexuales en su infancia aunque sólo se conoce  entre el 10 y el 20 por ciento de los casos reales. A esto se le llama el vértice de la pirámide del maltrato. Usualmente el agresor es una personas cercana y conocida por el niño tales como miembros de su familia, vecinos o amigos de los padres.

¿Existen abusos sexuales en el seno de comunidades indígenas como la wayuu? Si existen, al igual que entre la población no indígena. Es falso que “la cultura impide su castigo”. Los indígenas comparten con otras agrupaciones humanas la consideración de que el abuso sexual contra niños o contra adultos es psicológicamente dañino, socialmente censurable y legalmente perseguible. Se suelen cobrar severas compensaciones por esta conducta que, cuando incluye acceso carnal violento (ataüjaana), es aun más grave pues comprende tanto una afrenta moral como una agresión física. Es necesario investigar si factores como la gradual desaparición del rito del encierro que permitía formar a las niñas indígenas en mujeres han aumentado su desprotección.         

Antes que concentrar nuestras energías en prejuicios banales debemos exigir de entidades como el ICBF acciones efectivas de prevención y entendimiento del fenómeno en todos los grupos sociales partiendo de la investigación social. Requerimos  estadísticas confiables que nos permitan trabajar sobre los factores de riesgo como el uso de alcohol y drogas, el desempleo, la pobreza o la legitimación social del castigo físico en el núcleo familiar. Igualmente es necesario fortalecer los factores de protección entre ellos: promover la valoración de los derechos del niño como persona, disponer de una red de apoyo psicosocial, robustecer tanto la seguridad económica como la armonía y apoyo de la pareja en la crianza.

Lamentablemente el abuso sexual infantil como el homicidio se da en casi todas las agrupaciones humanas.  Si empleamos siempre la retícula étnica para observar los actos que consideramos censurables y exclusivos de los otros obtendremos certezas despiadadas sobre ellos y les percibiremos como colectividades pérfidas dotadas de una identidad anómala-.   Estigmatizarlas es situarlas por fuera del círculo de la humanidad y condenarlas a la muerte social.     

 wilderguerra @gmail.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario