domingo, 22 de abril de 2012

Cien años de soledad de vuelta al wayuunaiki

Weildler Guerra Curvelo 

La grata y reciente noticia de que la emblemática novela Cien años de Soledad será traducida al wayuunaiki ha suscitado un inmenso interés en los círculos académicos y comunitarios dados los retos que plantea adoptar un estrategia de traducción de una obra literaria moderna a una lengua amerindia.

Esta tarea ya ha tenido, sin embargo, precedentes en otras parte de América. En Perú y Bolivia se tradujo hace más de una década desde el francés al quechua El principito, la famosa obra de Antoine de Saint-Exupéry. Llena de ilustraciones que motivaron su lectura y dada su brevedad esta obra buscó atraer el interés del lectorado hablante del quechua que ha crecido significativamente debido tanto a la migración a las ciudades como a los procesos educativos que se dan en el seno de estas agrupaciones humanas.   
Una de las dificultades  que suelen enfrentar los traductores es la de las diferencias entre las variantes dialectales propias de las diversas zonas geográficas en las que se asienta una comunidad lingüística. Estas diferencias si bien no llegan a impedir la intercomprensión pueden ser lo suficientemente significativas como para que, al traducir, constantemente se tenga que elegir entre formas que no son comunes para todo un territorio. Otro inconveniente es el de que en ciertos casos los significados y conceptos del idioma de partida no suelen coincidir con los del idioma de llegada. ¿Cómo traducir al wayuunaiki la palabra “camaján” por ejemplo? Un tercer riesgo señalado por el investigador Cesar Itier en su ensayo Estrategias de traducción de una lengua amerindia (1997) podría estar en el abuso de los neologismos y préstamos de la lengua de partida que puede no agradar  al lectorado bilingüe.

A diferencia de lo que ocurrió con el proceso de traducción de El principito al quechua los lectores wayuu no encontrarán en Cien años de Soledad un universo cultural radicalmente extraño. El propio Gabo en su autobiografíaVivir para contarla   afirmó que la lengua guajira, iba filtrándose gota a gota en la de su hogar.  “La abuela se servía de ella para despistarme sin saber que yo la entendía mejor por mis tratos con la servidumbre.” La influencia de los antepasados indígenas del escritor es notoria en su obra y es una de las diversas  y menos exploradas claves para su comprensión. Por ello Juan Moreno en su libro La cepa de las palabras (2002) proponer pasar de una hermenéutica monotópica, basada solo en la mirada occidental, a una hermenéutica pluritópica que nos permita hacer inteligible lo que existe del conjunto mítico wayuu y de su universo social en su obra literaria como la dimensión onírica de la vida, el grupo familiar ginocéntrico y la territorialidad de la muerte.

La obra se conocería en wayuunaiki como Poloo jikii juya jünain amuiwawaa. Es necesario reconocer la encomiable labor de los gestores culturales, lingüistas, antropólogos, escritores y etnoeducadores de Colombia y Venezuela que harán posible la traducción: Felix Carrillo, Justo Pérez, Margarita Pimienta, Nemesio Montiel, Luis Beltrán, José Ángel Fernández, Guillermo Ojeda y José Álvarez entre otros. Ellos no solo han contribuido a una tarea urgente en favor del wayuunaiki y de la gestación de futuras novelas en esta lengua amerindia, pues la traducción ha precedido en muchos casos a la creación, sino que harán realidad lo que parte del pueblo wayuu piensa de García Márquez y es que por la dimensión estética de su obra, similar a la retorica de los pájaros mitológicos, él es nuestro palabrero mayor.

wilderguerra@gmail.com



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