viernes, 23 de noviembre de 2012

La Constitución de Cádiz


Colombia y los otros países de Hispanoamérica no han otorgado la real importancia en sus conmemoraciones oficiales a una fecha iluminadora en la historia de dos continentes como es el Bicentenario de la Constitución de Cádiz. Si bien es cierto que en nuestra republica el convencional relato histórico nacional ha sido construido alrededor de la gesta independentista de unas pocas provincias está claramente documentado que ciudades como Santa Marta y Riohacha tomaron caminos diferentes buscando la autonomía y no la independencia en el marco del primer experimento constitucional liberal de la península ibérica. 
La Carta de Cádiz promulgada el 19 de marzo de 1812 no solo fue el inicio del constitucionalismo español sino un referente insoslayable alrededor de la construcción de la identidad europea y de la conformación de un liberalismo que limitaba el poder del monarca español y dejaba la representación de la soberanía nacional en las cortes. Dicha constitución supuso  el fin del viejo pacto histórico entre el Rey y los súbditos del reino, adecuando un nuevo acuerdo a los criterios ideológicos imperantes en aquel momento y  creó un nuevo marco para las relaciones entre la España metropolitana y el continente hispanoamericano. “La Nación Española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios” reza el artículo 1. “Son españoles todos los hombres libres y avecindados en los dominios de las Españas” declara  el artículo 5 de la carta magna de entonces. 

En la Nueva Granada, afirma con autoridad el destacado historiador Armando Martínez Garnica, ejemplares impresos de la Constitución de Cádiz se recibieron desde mediados del año 1812 en las provincias que se mantenían leales a la Monarquía: Santa Marta, Riohacha, Panamá, Barbacoas, Iscuandé, Pasto, Quito, Cuenca y Guayaquil.

El 17 de octubre de 1812 empezaron en Riohacha los actos conmemorativos. Habiéndose descubierto a los concurrentes  la carta se le hicieron todos los honores, y la tropa celebró la salida con una completa descarga, y tañéndose las campanas  “haciendo salvas el Castillo de San Jorge siguió un solemne paseo por toda la Plaza acompañando  el retrato de S. M. A las tres de la tarde se leyó la Constitución a la poblacion y se hizo un Te Deumen elque particparonals autoirdades de los sitios y provincias. El día 19 se celebró misa igualmente solemne a nuestra patrona de los Remedios, rogando a la Divina providencia por el buen éxito y felicidad de la Monarquía”

Conmemorando el bicentenario de dicha Constitución el pasado viernes 16 de noviembre  se realizó en la emblemática ciudad de Cádiz una cumbre iberoamericana con la asistencia de diversos jefes de estado. Algunas voces expresaron que "desde que dejó el poder Felipe González, la atención prestada a América Latina ha sido muy deficiente y muy variable”. Ante la crisis en España, los iberoamericanos están volviendo a sus países, con unas capacidades que quizás antes no tenían pero también marchan hacia Hispanoamérica  jóvenes españoles bien formados que buscan una oportunidad laboral.  

La gente va y viene en uno y otro sentido a través de cambiantes carabelas. El tiempo parece conducirnos  a una relacion más horizontal entre ambos hemisferios. No debemos olvidar que el español como lengua aglutina a 650 millones de personas. Pase lo que pase a ambos lado del Atlántico nos quedará siempre la luz del inolvidable poema de Borges: “España del inútil coraje, podemos profesar otros amores, / podemos olvidarte como olvidamos nuestro propio pasado,/ porque inseparablemente estás en nosotros/ en los íntimos hábitos de la sangre/  madre de ríos y de espadas y de multiplicadas generaciones, incesante y fatal.”


domingo, 4 de noviembre de 2012

La justicia indígena en el banquillo

Weildler Guerra Curvelo En las últimas semanas los medios nacionales y regionales han registrado diversos hechos policiales en los que aparecen como responsables miembros de los pueblos indígenas. A diferencia de los actos delictivos comunes en los que están comprometidos individuos de la sociedad mayoritaria en el caso de los indígenas la responsabilidad se hace injustamente extensiva a toda una colectividad humana a la que se estigmatiza y criminalizai sin investigar en profundidad los hechos creando una vinculación arbitraria y forzosa entre comportamiento delictivo y pertenencia étnica.

Si continuamos mirando la violencia nacional a través de estos lentes distorsionadores los indígenas podrían con todo derecho emplear una perspectiva similar y preguntarse a que agrupación social pertenecen quienes lanzan granadas en las ciudades, extorsionan y asesinan a los comerciantes, secuestran y despojan de tierras a los campesinos imponiéndonos un orden social opresivo y violento que no recibe tanta atención en los frívolos medios de comunicación. ¿A qué grupo étnico pertenecen los jefes de las Bacrim? ¿A cual Garavito el temible asesino en serie?

El quebrantamiento de las normas sociales por parte de individuos o grupos sociales está presente en toda sociedad humana, de allí que ellas elaboren sencillos o complejos sistemas normativos basados en principios y procedimientos diversos. Los pueblos indígenas no son la excepción y por ello establecen sanciones para quienes quebranten sus normas sociales. Con frecuencia estas son diferentes al encarcelamiento pues para algunos grupos amerindios como los wayuu la idea de justicia es a la vez restaurativa y restitutiva más no punitiva. En ella el principio fundamental es el reconocimiento del daño y el reequilibrio de las relaciones sociales mediante el pago de una indemnización. El individuo no es visto como un ser aislado, un delincuente contaminado e irredimible que hay que arrojar a un precipicio sino que es percibido como un ser humano falible, inmerso en un grupo de parientes que comparten con él una misma valoración social.

A diferencia de lo que suele comúnmente pensarse la jurisdicción indígena no es una justicia de causas menores. Como lo ha considerado la Corte Constitucional y el Consejo Superior de la Judicatura “en la noción de fuero indígena se conjugan dos elementos: uno de carácter personal, con el que se pretende señalar que el individuo debe ser juzgado de acuerdo con las normas y las autoridades de su propia comunidad, y uno de carácter geográfico, que permite que cada comunidad pueda juzgar las conductas que tengan ocurrencia dentro de su territorio, de acuerdo con sus propias normas”. Desconocer este concepto es vaciar de contenido el artículo 246 de la Constitución colombiana y aplicar una visión de alteridad permeada por la noción de supremacía cultural “occidental”.

Sin embargo, el fuero indígena tiene límites establecidos y corresponde a las autoridades tradicionales seguir el principio de legalidad como garantía del debido proceso y actuar con firmeza especialmente sobre aquellos actos que afecten la integridad de personas no indígenas en sus territorios pues la autonomía no debe ser sinónimo de impunidad. Urge un dialogo entre las autoridades judiciales ordinarias y la justicia indígena pero aun más apremiante es la capacitación de nuestros comunicadores, fiscales, jueces y policías en el conocimiento del fuero indígena colombiano y en el estudio de los principios y procedimientos de los sistemas normativos amerindios que van más allá del limitado concepto de “usos y costumbres”. No hubiésemos llegado a esta situación si el país dispusiera hoy de una ley sobre jurisdicción especial indígena.



wilderguerra@gmail.com





Ajiacos del Caribe

Weildler Guerra Curvelo

¿Es el ajiaco un plato exclusivo de la sabana de Bogotá? Aunque muchos colombianos estén convencidos de ello amplias evidencias históricas y etnográficas nos muestran que el ajiaco, en sus diversas variantes, tiene una extensa difusión en la América intertropical y se le puede encontrar en el Caribe insular, Centroamérica, Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Chile. Es tan antiguo y tan propio de este continente que ya es mencionado por el cronista Bernardo Vargas Machuca en su obra Milicia Indiana en 1599.

Su nombre se deriva de un ingrediente indígena que en principio le era común: el ají. Esto lo corrobora la Real Academia de la Lengua al incluir en una de sus acepciones de ajiaco: “especie de olla podrida usada en América que se hace de legumbres y carne en pedazos pequeños y se sazona con ají”. No obstante, la propia academia complementa su definición al añadir que la forma de preparación y sus ingredientes varían de país a país. En Cuba el ajiaco es considerado un plato nacional. El pensador Fernando Ortiz compara la sociedad y la cultura cubanas con el ajiaco y ve en ellas “ mestizaje de cocinas, mestizaje de razas, mestizaje de culturas. Caldo denso de civilización que borbollea en el fogón del Caribe”.

Los ajiacos colombianos son diversos y entre ellos se encuentran los de la sabana cundiboyacense, el Tolima y Santander. Variedades de papas, hierbas y legumbres propias de la región andina están presentes en su preparación. En el Caribe colombiano el ajiaco cartagenero lleva carne salada, costillas de cerdo, yuca, ñame, ajíes criollos, cebolla, dientes de ajo, tomates, pimienta de olor y plátano maduro. En la Guajira hay diversos tipos de ajiacos: de cecina con maduro, de riñón siendo el más popular el de tortuga. El ajiaco de cecina con maduro tiene como ingredientes: carne cecina de cabra, plátano maduro y se adereza con sal y pimienta de olor. Se sirve con arroz blanco y puede incluir también cebollín y pimienta picante ello depende del guiño familiar en su preparación.

Lamentablemente, aun en Riohacha residen personas que desconocen la extraordinaria riqueza de la cocina guajira. No faltan quienes aturdidos por los estereotipos andinos, las salchipapas y la subvaloración de lo propio crean que el único ajiaco que existe en el mundo es el bogotano. Por ello el muy guajiro ajiaco de cecina con maduro fue considerado como plato en peligro en la segunda versión del evento La Cocina Importa que el Banco de la República y la Cámara de Comercio de la Guajira realizan anualmente con el apoyo del gobierno departamental y municipal, los restaurantes de la ciudad, la Fundación Cerrejón Guajira Indígena y diversas entidades públicas. Un conjunto de actividades académicas, culinarias, musicales e institucionales se realizaran en Riohacha durante los días 9, 10 y 11 de octubre teniendo como invitados a la isla de Aruba, el departamento de Sucre y el municipio de Urumita.


Entre los invitados se encuentran prestigiosos figuras de la cocina como el arubiano Jessy Brooks y el grupo musical Steel Band, destacados investigadores como Lácides Moreno, Ramiro Delgado, María José Yances, Alex Quessep, Dario Montoya y Rafael Martínez. El aporte local lo harán los antropólogos Otto Vergara y Mildred Nájera. Riohacha será en esos días el lugar ideal en Colombia para alcanzar el júbilo culinario y para valorar los saberes, conocimientos y prácticas que en ese campo poseen nuestras comunidades. Como en la inolvidable canción de Daniel Santos y la Sonora Matancera a los visitantes solo les tocará “después del ajiaco hecho/poner la boca”

wilderguerra@gmail.com
http://www.youtube.com/watch?v=5ektsiGS8hg

La monotonia en los licores

Weildler Guerra Curvelo

En algunas ciudades del Caribe colombiano parece haberse ido consolidando una especie de culto banal al Old Parr. En las redes sociales personas y hasta ciudades parecen disputarse la dudosa distinción de asociarse con esta bebida escocesa cuyos propietarios deben obtener pingues beneficios económicos gracias a esta afiliación cándida. Muchos jóvenes que han crecido en esta devoción trivial deben estar convencidos que esa botella marrón condensa el extenso espectro de los licores destilados. No puedo imaginarme a un ciudadano francés cuyo conocimiento y preferencia gustativa se limite a un solo vino y por demás ajeno.

¿Pero en realidad cuál es el arraigo histórico del whisky en nuestros territorios? Muchos de nuestros pueblos indígenas tuvieron una diversidad de bebidas obtenidas a través de la fermentación de tubérculos como la yuca, cereales como el maíz y una extensa variedad de frutas. Una revisión al azar de los registros coloniales de las embarcaciones que fondeaban en Riohacha provenientes de los cayos franceses, Jamaica y Curazao en 1773 nos muestra la llegada de aguardiente, ron y distintos tipos de vino entre ellos el moscatel.

Ya en la época republicana, entre 1924 y 1928 el escritor Eduardo Zalamea Borda registra un consumo popular de ginebra en Cartagena y en Riohacha. Uno de los personajes de su novela Cuatro años a bordo de mi mismo dice: “Llevábamos a todas partes contrabandos
de cigarrillos, telas de seda, whisky y ginebra. Nosotros, no fumamos opio ni bebemos whisky. Eso, sólo lo beben quienes no prueban nuestra ginebra dulce, nuestra ginebra caliente, que lleva directamente a las mujeres.”

A mediados del siglo XX ya el whisky tiene una amplia aceptación en los sectores populares. En nuestra infancia la variedad anual en la preferencia de esta bebida por los mayores, nos permitía disfrutar de los pequeño caballitos blancos que traía la botella del White Horse con los cuales decorábamos los modestos árboles de navidad, extraíamos los ansiados boliches de cristal de las botellas de Robbie Burns, en ese entonces una bebida respetable, jugabamos con las tapas de cristal del President y movíamos la balanceante botella del Swing diseñada para el ondulante movimiento de los barcos. Nadie se avergonzaba de tener en su alacena una digna botella de Jonny Walker sello rojo que tanto gustaba al maestro Rafael Escalona y el Chivas no era considerado un “blended” de segunda categoría. Uno que otro sibarita local consumía en ocasiones un buen whisky de malta empacado en una hermosa caja como el Glenfiddish. Para quienes no lo saben un icono de nuestra región como García Márquez solo consume Glenlivet de doce años.

Como dejar por fuera un buen Jack Daniels de Tennessee cuyo sabor evoca la actuación memorable de Al Pacino en una cinta inolvidable: Perfume de mujer. Por mi parte, exponiéndome a la mirada desaprobadora de algunos de mis coterráneos, confieso que debo a un colega norteamericano la afición por el buen bourbon de Kentucky, específicamente por el Maker´s Mark, que traduce algo así como la Marca del artesano o más coloquialmente “hecho a mano” con su hermosa botella, su aroma de madera y su tapa sellada con cera que amorosa y ocasionalmente me llega desde Aruba.

Así como el conocimiento literario acera de un autor no puede fundamentarse en la lectura de una sola obra la valoración de una bebida no puede limitarse a una sola marca. Si se me permite parodiar a un personaje de Kundera diré que no estoy contra el Old Parr estoy contra el cliché.

wilderguerra@gmail.com