Weildler Guerra Curvelo
Los diversos foros y eventos relacionados con el posible desvío del Rio Ranchería nos hacen evocar las figuras de los académicos cuyas vidas y tareas investigativas estuvieron en algún momento asociadas a esa corriente fluvial. El área del río Ranchería es considerada de suma importancia en el desarrollo de la arqueología colombiana. Escritores, geólogos, arqueólogos, geográfos y etnólogos colombianos y extranjeros han recorrido el curso de este rio camino que desde los tiempos prehispánicos fue una de las rutas de entrada al interior del continente.
El escritor Jorge Isaacs, escribió en 1884 un libro llamado Las Tribus indígenas del Magdalena en el que realiza descripciones de objetos indígenas antiguos y de petroglifos encontrados en la Sierra Nevada. Isaacs no solo conoció este rio en su desembocadura sino que lo remontó hasta su parte alta en donde recogió antiguos relatos de los pueblos serranos. El autor de la María nos narra su encuentro con Sheukaká, sacerdote indígena de Marocaso en agosto de 1882. “Me sorprendió mucho verle el ropaje de los guajiros, extraño en la Sierra; e interrogándole sobre el particular, me dijo que aquel traje habían llevado siempre, en tiempos anteriores, los varones de su tribu”
Los primeros estudios arqueológicos en áreas adyacentes al río fueron efectuados por el Conde francés Joseph de Brettes en 1894 y 1898. Sus trabajos comprendieron labores de recolección superficial de vestigios materiales y excavaciones realizadas, principalmente, en el área denominada Calancala situada en una de las bocas que forman el delta de dicho río en la ciudad de Riohacha. De Brettes contrajo matrimonio con una mujer indígena habitante del delta conocida como “La Brugés” lo cual reafirma la creencia de los habitantes ribereños de que este rio tiene cualidades casamenteras pues es un espacio propicio para el amor y el juego.
Los antropólogos Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff desarrollaron en 1951 trabajos de investigación arqueológica en el valle medio del río Ranchería, principalmente en el municipio de Barrancas. En 1946 Reichel y su esposa habían llegado a Santa Marta para fundar el Instituto Etnológico del Magdalena, filial del Instituto Etnológico Nacional que funcionaba en la capital del país. A lo largo del Ranchería encontraron numerosos sitios que forman parte de una secuencia de complejos agrícolas sedentarios, caracterizados por la presencia de cerámica pintada. En esos días la Sierra Nevada no gozaba de la aureola mística que hoy tiene entre los investigadores nacionales y extranjeros, aureola que, para ser justos, el propio Reichel contribuyó a crear. Las “ciudades perdidas” eran accesibles a quienes recorrían el territorio indígena, había pocos turistas y Macondo era, según el propio Reichel, “simplemente el nombre de un árbol”.
Otros investigadores más recientes asociados al rio son Gerardo Ardila, Alvaro Botiva, Carl Langebaek e Inés Cavelier. Todos ellos han contribuido, junto con las distintas agrupaciones humanas ribereñas, a construir la memoria y la cuenca del rio no como una mera delimitación natural sino como una construcción histórica y social. Al ver pasar las aguas de este rio vemos también como fluyen fragmentos de la historia de la arqueología en Colombia. Fluye también un poema de Borges: “Somos el agua, no el diamante duro,/ la que se pierde, no la que reposa./ Somos el río y somos aquel griego /que se mira en el río. /Somos el vano río prefijado, rumbo a su mar”.
wilderguerra@gmail.com
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