La estética y la ritualidad de la paz
VIERNES, 16 DE OCTUBRE DE 2015
Weildler Guerra Curvelo
Colombia debería contemplar una poética de la reconciliación. Si el proceso de negociación en La Habana se torna irreversible el país debería abrirse a una estética y una ritualidad de la paz que hasta ahora no ha sido evidente ni en los diálogos entre las partes ni en el ánimo de los colombianos. A veces trabajamos con nuestros propios objetivos de manera que ignoramos o disminuimos las capacidades de nuestros oponentes para la agencia. Vemos a nuestros adversarios como menos que humanos o cómo demonios, como si no hiciesen parte de la misma comunidad nacional. Los conflictos se nutren y se degradan de esa reciproca deshumanización y demonización que lleva a diversos tipos de alienación moral.
El conflicto, no obstante, está inmerso entre los seres vivos y no se limita a los humanos afirman los palabreros wayuu. No importa la actitud que tengamos hacia otros, ya seamos feroces como las serpientes, mansos como los pájaros o pequeños como las hormigas siempre habrá quien nos ataque .
En momentos cruciales un componente de la ritualidad de la paz es la propia solemnidad verbal y extraverbal que nos permite actuar con la consciencia de que vivimos un momento crucial de nuestro destino diferente a la cotidianidad. En esta podemos dar un lugar a las transacciones mezquinas de la vida diaria. En esas pequeñas contabilidades no hay lugar para lo trascendente ni lo sublime. Sin embargo los grupos humanos pueden encontrarse en un momento ante el inmenso auditorio de la historia y la memoria y allí no hay lugar para las pequeñas tiranías que impone la mezquindad.
Los pueblos indígenas pueden darnos lecciones de ello. Acostumbran las familias wayuu, una vez efectuado un acuerdo de paz, realizar una reafirmación ritual de esta. A ello se le llama e'rirawaa que significa mirarse al rostro. Sólo al realizarse el último pago puede considerarse que la fuente de la controversia entre ambos grupos familiares ha sido removida. Para reafirmar la paz se hacen mutuos regalos y se toman juntos una copa de licor. Esto busca desterrar cualquier futura desconfianza y poder encontrarse sin prevenciones en los caminos. Por ello los indígenas asocian la paz con la libertad de andar por los caminos sin temor.
La paz también tiene una estética pues esta se halla presente como un principio rector en las extensas transacciones humanas. En consecuencia, la paz deberá ser tan armónica como un delicado collar y tejerse como una preciosa mochila. La cuenta más preciosa de ese collar es la verdad. Entender el sufrimiento del otro es para muchas sociedades un elemento central en la reconciliación y la reparación . Reconocer el sufrimiento causado y evidenciar sincero arrepentimiento, incluyendo una expresión de dolor, es un paso que puede ser tan o más significativo para las víctimas que la magnitud de la pena aplicada. Sin embargo, ello también implica la imposibilidad del olvido, la aplicación de justicia y la apropiación colectiva de ese pasado de inhumanidad para evitar su repetición.
wilderguerra@gmail.com
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