martes, 19 de junio de 2012

Artesanos de Colombia


Artesanos de Colombia

Weildler Guerra Curvelo

¿Valora Colombia a sus artesanos? En los últimos años gran parte de la percepción positiva de Colombia en el exterior proviene de la alta acogida de sus productos artesanales en    escenarios diversos que van desde las ferias de turismo hasta las más prestigiosas pasarelas en donde muestran sus creaciones reconocidos  diseñadores  nacionales y extranjeros. Pero ¿quien se acuerda de nuestros artesanos? Puesta hábilmente la aplicación o la leve modificación estética que lleva la firma de la reputada diseñadora sobre el producto artesanal  su valor se multiplica de manera geométrica. Mientras ello ocurre se borra el rostro y la creación de la modesta artesana que cotidianamente elabora la preciada mochila vendida a un precio irrisorio en el insensible mercado de los intermediarios.

La idea de que el trabajo artesanal se basa en una mera repetición mecánica de movimientos corporales pasivamente aprendidos esta muy lejos de la realidad. El pensador norteamericano Richard Sennet sostiene en su obra El artesano (2008) que el término «Artesanía> designa un impulso humano duradero y básico, el deseo de realizar bien una tarea. Ello abarca una franja mucho más amplia que la correspondiente al trabajo manual especializado. Todo buen artesano mantiene un diálogo entre unas prácticas concretas y el pensamiento; este diálogo evoluciona hasta convertirse en hábito. Para Sennet el saber artesanal aporta argumentos que acreditan la fe del pragmatismo en la democracia. Estas razones se fundamentan en el hecho de que las capacidades a las que recurren los seres humanos para desarrollar habilidades no están restringidas a una élite, sino ampliamente distribuidas entre los seres humanos.

Este año los colombianos tendrán en sus manos dos obras que hacen un homenaje a nuestros artesanos. La primera de ellas llamada Lenguaje Creativo de Etnias Indígenas de Colombia de Cecilia Duque fue recientemente publicada. El libro presenta cerca de 500 hermosas fotografías donde se plasman la creatividad de 15 etnias colombianas. La obra sugiere que el complejo conjunto de diseños y grafismos indígenas parece constituirse en una propuesta de ordenación del universo realizada mediante pigmentos, arena, agujas y tintes que son los vehículos que hacen posible la visualización de las representaciones encerradas en la memoria de los miembros de una agrupación humana.

La segunda de estas obras es una reedición del exquisito empaque texto del artista e investigador cordobés  Cristo Hoyos llamado Tambucos, ceretas y cafongos. Este precioso libro trata de los objetos, utensilios, envoltorios y empaques creados por las gentes sencillas del Bolívar Grande. La obra evidencia como esos artefactos son portadores de una memoria inscrita en sus materiales, diseños y colores reflejando según el autor una estética con variadas raíces “síntesis de la más diversa y compleja condición humana”.  El autor  nos muestra que detrás de los elaborados artefactos y  las apetitosas viandas recogidas en las imágenes y en el texto hay auténticos artistas de todos la épocas, hombres y mujeres del campo: tejedores, moldeadores, cocineras, talladores: seres sencillos llenos de destreza corporal, talento y creatividad.     

Mientras termino esta columna miro por mi ventana a las artesanas wayuu que con sus coloridas  mochilas adornan la avenida 14 de mayo de Riohacha. Al fondo el primigenio mar Caribe que el Rio Ranchería tiñe de un color ocre ancestral. Luego, surge la pregunta ¿cual es el sentido de estos hermosos objetos? La respuesta nos la aporta la pensadora judía Hanna Arendt: estabilizar el mundo, pues el trabajo y su producto artificial hecho por el hombre, concede una medida de permanencia y durabilidad a la futilidad de la vida mortal y al efímero carácter del tiempo humano.


 






domingo, 3 de junio de 2012

Las comunidades indigenas y el maltrato infantil


Weildler Guerra Curvelo



Algunos  medios de comunicación del país parecen haber descubierto un prometedor filón de noticias morbosas estableciendo una asociación elemental entre abuso infantil y pertenencia étnica.  Dentro de este singular estado de exacerbación mediática el abuso sexual infantil parecería constituir una especie de enfermedad contagiosa que se incuba de manera impune y natural en las minorías y que podría transmitirse hacia las mayorías nacionales si no se toman drásticas medidas para evitarlo.

El tema del abuso infantil merece abordarse desde una perspectiva interdisciplinaria reflexiva e integral pues hay muchas falacias preconcebidas y los hechos observados por organizaciones como Save the Children en distintas sociedades van en otra dirección. El abuso sexual de menores cae dentro del campo más amplio del maltrato infantil que a su vez viene determinado por la interacción de múltiples factores. No hay evidencias estadísticas de que hoy en día haya más abusos sexuales infantiles que en el pasado pero es notorio que los medios de detección de estos a nivel profesional e institucional han aumentado, la sociedad es ahora menos tolerante con los abusos y trata el tema de manera más abierta.

Las relaciones incestuosas no solo ocurren en familias desestructuradas con un bajo nivel educativo sino que se dan en todos los estratos sociales. Se estima que al menos un veinte por ciento de las personas han sufrido abusos sexuales en su infancia aunque sólo se conoce  entre el 10 y el 20 por ciento de los casos reales. A esto se le llama el vértice de la pirámide del maltrato. Usualmente el agresor es una personas cercana y conocida por el niño tales como miembros de su familia, vecinos o amigos de los padres.

¿Existen abusos sexuales en el seno de comunidades indígenas como la wayuu? Si existen, al igual que entre la población no indígena. Es falso que “la cultura impide su castigo”. Los indígenas comparten con otras agrupaciones humanas la consideración de que el abuso sexual contra niños o contra adultos es psicológicamente dañino, socialmente censurable y legalmente perseguible. Se suelen cobrar severas compensaciones por esta conducta que, cuando incluye acceso carnal violento (ataüjaana), es aun más grave pues comprende tanto una afrenta moral como una agresión física. Es necesario investigar si factores como la gradual desaparición del rito del encierro que permitía formar a las niñas indígenas en mujeres han aumentado su desprotección.         

Antes que concentrar nuestras energías en prejuicios banales debemos exigir de entidades como el ICBF acciones efectivas de prevención y entendimiento del fenómeno en todos los grupos sociales partiendo de la investigación social. Requerimos  estadísticas confiables que nos permitan trabajar sobre los factores de riesgo como el uso de alcohol y drogas, el desempleo, la pobreza o la legitimación social del castigo físico en el núcleo familiar. Igualmente es necesario fortalecer los factores de protección entre ellos: promover la valoración de los derechos del niño como persona, disponer de una red de apoyo psicosocial, robustecer tanto la seguridad económica como la armonía y apoyo de la pareja en la crianza.

Lamentablemente el abuso sexual infantil como el homicidio se da en casi todas las agrupaciones humanas.  Si empleamos siempre la retícula étnica para observar los actos que consideramos censurables y exclusivos de los otros obtendremos certezas despiadadas sobre ellos y les percibiremos como colectividades pérfidas dotadas de una identidad anómala-.   Estigmatizarlas es situarlas por fuera del círculo de la humanidad y condenarlas a la muerte social.     

 wilderguerra @gmail.com